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sábado, 20 de febrero de 2016

Síndrome de Peter Pan


Mientras el sujeto crece, su percepción interna del yo, permanece en la infancia .Por lo general una mujer– acuda a nosotros con la queja de que su pareja se comporta como un niño y le resulta difícil conseguir que se responsabilice de las tareas que le corresponden en la dinámica doméstica, una situación que la hace sentir más como madre que como una verdadera esposa o pareja.Quienes sufren este síndrome, al no distinguir la diferencia entre ser adulto y haber crecido, acaban asumiendo un rol pasivo e inmaduro en su afectividad adulta que origina, entre otros, serios problemas de pareja que pueden terminar con la ruptura de la misma.Todos nacemos en una familia concreta y a su vez en una coyuntura, un modelo y un situación también concretas en las que nuestros progenitores son consignatarios y custodios de su propia historia e impedimentos. En los primeros años de la vida, el niño aprende a formarse como persona conforme va manejándose con situaciones como son la satisfacción o la frustración, la necesidad, la dependencia, la intimidad, el placer y la relación con quienes representan la autoridad. Es así como se aprenden las conductas que se arraigan en la adultez.
Consideremos también que la vida y el comportamiento del ser humano son el resultado de la interacción individuo-ambiente en el marco de un campo que cambia continuamente. Así, el comportamiento del individuo dependerá del carácter de la relación que se establezca entre él y su ambiente. Si esta relación es confortable el comportamiento del individuo será armónico, fecundo y cambiante, mientras que si la relación es problemática, el resultado será un estancamiento y un desequilibrio.
Visto esto, destaquemos que el Síndrome de Peter Pan suele debutar en la infancia coincidiendo con una carencia afectiva y una falta de atención por parte de los padres, y es por ello que, cuando estos niños llegan a la edad adulta, experimentan dificultades en el control de sus sentimientos, les resulta difícil aceptar las emociones propias de la adultez y al ser conscientes de ellas sienten miedo por el desconcierto que les ocasionan.

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